Rebaño en plantación

Blanco sobre verde, ovejas de FNYH conservadoras del paisaje

La tarea de pastoreo que realiza un rebaño de ovejas de raza carranzana en zonas reforestadas por Fundación Naturaleza y Hombre confirma que son un eficaz sistema para el control de pastos.

Nos preocupan las razas autóctonas de ganado y la esencial labor que realizan en el paisaje rural. Por ello en Fundación Naturaleza y Hombre, desde hace más de una década, hemos desarrollado el compromiso por contribuir a que se alejen del peligro de extinción en que se encuentran algunas de ellas a través de su presencia en varias de las reservas que gestionamos. Sacamos provecho de las ventajas que aporta su uso en el mantenimiento del paisaje a la vez que contribuimos a mejorar su estado de conservación.

En esta ocasión te proponemos conocer de cerca a la oveja carranzana en su variedad cara rubia, presente desde hace años en las fincas que FNYH custodia en la Montaña Pasiega y Oriental.

Esta raza, en vías de ser catalogada oficialmente como “en peligro de extinción”, recibe su nombre del valle de Karrantza, situado en la comarca vasca de Las Encartaciones. Su área de procedencia, que se encuentra en dicho valle y los municipios limítrofes, continúa coincidiendo en la actualidad con el núcleo de distribución más importante de la variedad. Sin embargo, su presencia se extiende más allá, dispersándose por zonas montañosas de Cantabria, Asturias, León y Bizkaia.

La carranzana comparte el mismo tronco de origen que la oveja latxa, siendo algo más grande que ésta. Su alargado cuerpo está cubierto por un vellón de larga y basta lana de color blanquecino. La cabeza, desprovista de lana y rematada con largas orejas, presenta en la variedad “cara rubia” un característico tono rojizo, que la diferencia de la variedad “cara negra”. En ambas variedades destaca el perfil convexo de la cabeza. Este rasgo es aún más distintivo en algunos moruecos –carnero padre a través del que se mantiene la propagación de la especie-, cuyo perfil se pueden definir como ultraconvexo. Los cuernos, que aparecen sólo en parte de los ejemplares macho, adquieren un característico desarrollo en forma de grandes espirales.

Esta raza se explota en ganadería extensiva, realizando habitualmente pastoreo en “trasterminancia” como se conoce a la trashumancia corta, es decir, el rebaño permanece en las zonas de fondo de valle durante el invierno y se traslada cada año a pastos de montaña del mismo valle durante los meses de estío. Es el caso del rebaño de FNYH, que realiza cada año la tradicional muda pasiega, desde terrenos ubicados en la Concha, donde pasan el invierno, hasta Vega de Pas en verano.

La importancia de la raza viene dada por su triple vocación para producir leche, carne y lana. Entre estas aptitudes se aprecia su valiosa producción láctea, que se destina principalmente a la elaboración de quesos de gran calidad como el queso de Guriezo, o el Idiazábal, más conocido y que cuenta con Denominación de Origen.

Adaptadas desde hace generaciones a terrenos lluviosos con fuertes pendientes, aprovechan los recursos forrajeros de estas zonas abruptas. Su papel en la preservación de los paisajes de media montaña va más allá, extendiéndose a aspectos socioculturales como el mantenimiento de usos y prácticas ganaderas tradicionales; además de contribuir a la fijación de población rural. Las ovejas de FNYH habitan cómodamente el paisaje pasiego, del que siempre formó parte el ganado ovino. Su necesidad de refugio durante el invierno ha llevado a la restauración de algunas cabañas pasiegas. Asimismo del manejo del ganado se ocupan pastores locales.

Las ovejas carranzanas se convirtieron en una herramienta fundamental para la gestión y conservación de la naturaleza que realiza FNYH en el año 2000. Cuando el rebaño se empezó a utilizar como instrumento de prevención de incendios, en zonas reforestadas de las cabeceras de las cuencas fluviales de los ríos Pas, Miera y Asón. La función de las ovejas carranzanas, cuyo carácter rústico otorga valor a un tipo de pasto que otras variedades de ganado serían incapaces de aprovechar, consiste en pastorear dentro de la superficie reforestada. Es una suerte de segadora biológica no contaminante y silenciosa, que, al consumir materia fácilmente inflamable, contribuye a mantener la zona libre de incendios.

Incorporar animales domésticos a las zonas reforestadas no sólo protege a los árboles de la incidencia del fuego, también facilita su crecimiento y desarrollo saludable por disminuir la competencia de otras especies vegetales. El daño que podrían ejercer las ovejas y otros herbívoros sobre las cortezas se evita con una sencilla medida, colocando protectores alrededor de los árboles jóvenes. Con este sistema de silvopastoreo los animales disfrutan del bienestar de la cría en semilibertad, y hacen mucho más que alimentarse: también ahorran costes económicos y medioambientales para que la reforestación prospere, al evitar el uso de herbicidas o de medios mecánicos que precisan combustible.

FNYH apuesta por el uso de razas nativas de ganado para realizar custodia del territorio en distintos espacios naturales, luchando así contra la desaparición de razas ganaderas únicas en el mundo. Así, las ovejas carranzanas comparten finca con los mastines, Haya y Serbal, y una yegua hispano-bretona y su cría. Los caballos Losinos han demostrado ser unos eficaces agentes naturales que con su alimentación controlan el crecimiento de plantas invasoras en las Marismas de Alday. Mientras que una manada equina de Pottoka controla el crecimiento de vegetación en la red de fincas de la Montaña Pasiega y otra de caballos Retuerta, una de las más antiguas del mundo y autóctona de la Península, lo hace en la Reserva Biológica Campanarios de Azaba.

Las razas ganaderas autóctonas se encuentran en su mayoría amenazadas. Sin embargo, constituyen valiosas piezas de la biodiversidad. Estrechamente enlazadas al territorio tras siglos de adaptación, son parte indisoluble de éste y del patrimonio cultural asociado. Además de reportar otros beneficios económicos, mantenerlas amplifica ese vínculo cultural con nuestros paisajes rurales a la vez que refuerza nuestra propia conexión con la naturaleza y el mantenimiento del territorio.

 

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