Técnicos de Fundación Biodiversidad en el paseo de campo por la reserva biológica

Trabajadores de Fundación Biodiversidad sucumben a los encantos del bosque mediterráneo

Técnicos de Fundación Biodiversidad eligen la Reserva Biológica de Campanarios de Azaba, entre los proyectos con los que colaboran, para disfrutar de unas jornadas de campo.

Se prometían un fin de semana diferente, lejos del ruido de la ciudad y del estrés de los ritmos habituales. Llegaron con ropa cómoda y de tonalidades campestres, sabían a lo que iban, sus prismáticos, mochilas y telescopios eran la mejor prueba.

Eligieron un fin de semana otoñal donde los días aún son cálidos y las horas de luz todavía permiten disfrutar lentamente de la jornada. Eran 14 personas que llegaron capitaneados por el entusiasmo contagioso del subdirector de Fundación Biodiversidad, Ignacio Torres.

El atardecer les daba la bienvenida en Campanarios de Azaba, mientras el grupo iba reuniéndose y se preparaba la primera de las salidas de campo. Sería en la oscuridad de la noche en busca de tres visitantes de los más sigilosos de la reserva biológica: la gineta, la garduña y el zorro.

El otoño permitió disfrutar de los paseos de campo en la reserva biológica

El otoño permitió disfrutar de los paseos de campo en la reserva biológica

La siguiente mañana el reto era enfrentarse a buitres leonados y negros, las rapaces que en esta época más frecuentan el muladar. Pero la naturaleza decidió no ponérselo fácil y la espera se alargaba mientras los buitres se resistían al bocado tentador de la carroña. En su paciencia y capacidad de entender los ritmos de la naturaleza vimos su empeño por conocerla y aceptar lo imprevisible como parte de su magia natural.

Un recorrido en vehículo todoterreno pronto desvió la atención hacia las razas ganaderas autóctonas como el magnífico caballo de las Retuertas y la vaca Sayaguesa que con su alimentación y deambular por la reserva biológica contribuyen al mantenimiento del paisaje adehesado.

Fue nada menos que con el imponente toro semental de esa gran raza de bovino ibérico con quien se encontraron en el recorrido. La sorpresa no era solo verse ante los 1.200 kilos del animal, sino a pesar de su robusta apariencia comprobar su beatífica actitud que refleja el ancestral carácter de este bovino y su capacidad para el trabajo de campo, labor que tradicionalmente realizaba hasta que, con la mecanización agrícola, fue raza destinada para la producción de carne.

No obstante echamos pie a tierra para iniciar una ruta senderista guiada por una de nuestras educadoras ambientales quien aportó los secretos del bosque mediterráneo al grupo de naturalistas.

El grupo reunido con el equipo de Fundación Naturaleza y Hombre frente al lodge

El grupo reunido con el equipo de Fundación Naturaleza y Hombre frente al lodge

La tarde fue una delicia aderezada por un atardecer rosado que culminó con el agasajo de una cena con productos locales. Los sabores de alimentos de kilómetro cero degustados en el corazón del bosque mediterráneo mientras se encendían las estrellas sobre el porche del lodge añadieron aún más magia al descanso de la tarde antes de encaminarnos de nuevo a disfrutar de los hides nocturnos y los misteriosos habitantes que los frecuentan.

No fue hasta la siguiente mañana, después de un extraordinario amanecer, cuando se logró un “espectáculo absolutamente bestial” en palabras de Ignacio Torres. Ya que fue entonces cuando por fin se logró la observación de las aves rapaces. Nada menos que 250 buitres leonados y 40 ejemplares de buitre negro se reunieron ante sus ojos, una experiencia única e imborrable que les ha vinculado a la Reserva Biológica de Campanarios de Azaba por siempre.