El fuego acecha a la Montaña Oriental

Un siniestro repunte en la superficie quemada durante el invierno 2016-17 vuelve a convertir la Montaña Pasiega y Oriental en la próxima víctima del fuego.

Cantabria ya se estremece cuando sopla el viento sur. Una extraordinaria condición meteorológica que deshidrata hierba y matorral, y con ello se provocan los primeros incendios que prenden la Montaña Oriental. De nuevo amenazada la biodiversidad que distingue a esa gran área de cabeceras fluviales, territorio considerado Lugar de Importancia Comunitaria. Un vasto territorio en la Red Natura 2000, por situar dichas cuencas cantábricas entre lo más selecto del patrimonio natural europeo, que se quema. Pareciera que el viento también reseca las mentes que provocan el fuego. Ese que hizo que ardieran 3.760 hectáreas en la Montaña Oriental durante el invierno 2016-17. Un dramático incremento que subraya su alejamiento de las 2.088 hectáreas quemadas durante el periodo invernal previo.

Confundir tradición con mantenimiento del paisaje rural

El aprovechamiento se fundamenta en arcaicas actividades ganaderas. Una práctica pecuaria tradicional que se ha venido empleando con el fin de abrir pastos para su aprovechamiento por la cabaña ganadera. Sin embargo no se puede definir como un manejo del paisaje rural si las quemas se hacen de forma descontrolada y aprovechando los momentos menos favorables, es decir cuando sopla el viento sur.

El abandono de las actividades agropecuarias tradicionales del mundo rural no ha acabado con la arraigada creencia de que el monte debe “limpiarse” y los prados “abonarse” mediante la práctica del fuego. Si bien, utilizado de una manera controlada, en tiempos pasados fue aliado de la gestión del paisaje rural. Hoy, sin embargo, su práctica no deja más que monte incendiado, cubierto de rescoldos, odio y desesperación. Suelos desprotegidos, a merced de la erosión, donde no crecerán los pastizales, pues han de hacerlo sobre suelos empobrecidos que pierden su fertilidad con la escorrentía, destrucción a su vez reforzada por el abandono pastoril del uso del territorio que se ha producido en las últimas décadas.

Desde Cantabria todo paisaje parecería verde si no estuviéramos en una de las regiones de Europa donde más se quema. Concretamente son la Montaña Oriental, valles de Cabuérniga y Alto Nansa y el sur de Cantabria las áreas que de una manera intensiva sufren los incendios año tras año con la llegada del invierno.

Destacamos en Europa con uno de los mayores territorios quemado al año

Una situación grave que ha incidido fuertemente en los últimos años sobre la Montaña Oriental. El uso de las quemas controladas solo sería útil si fuesen gestionadas de forma profesional para ayudar en la gestión del territorio. Practicada en determinados momentos del año favorables, cuando los suelos están húmedos o bajo factores climáticos benignos, como en ausencia de viento.

La quema de matorral que cada año tiene lugar durante el invierno y que sitúa a Cantabria entre las regiones de Europa donde más se quema para la regeneración de pastos, es el motivo de que, por causa de la fuerte pluviometría que también caracteriza a la estación, los nutrientes que de tal combustión se pretende devolver a la tierra bajen veloces a merced de la escorrentía favorecida por las abruptas laderas de las cabeceras fluviales cántabras.

A su vez la eliminación de la vegetación provoca la pérdida de biodiversidad del espacio quemado, afectando directamente a todos los seres vivos durante el incendio además de no permitir la instalación de especies tras el fuego, por la eliminación de los refugios y fuentes de alimento. En apenas unas horas o días el fuego retorna la complejidad de los hábitats y por ello su madurez a la casilla de salida.

Además su obtención, mediante la quema de matorral, es la principal causa del 72% de los incendios que se producen en Cantabria. Fundamentados en negligencias un 13% de los incendios intencionados, es decir las quemas controladas que se escapan y provocan un incendio. Su siniestra huella negra no solo destruye materia vegetal tan esencial para la supervivencia del futuro de los bosques, sino que destroza un valioso patrimonio agropecuario como es el suelo.

Negligencia y silencio son aliados del incendio

La importancia de los diferentes aspectos a tener en cuenta para la prevención de incendios, no debería descuidar el rigor ante las tareas de extinción y persecución de los responsables de los incendios provocados que, no olvidemos, son la mayoría de los que ocurren en nuestro medio natural. La base de la que partir para resolver cualquier problema es conocer su magnitud real. Y si bien es responsabilidad de todos, es la sociedad rural la que deber reaccionar ante las agresiones a su entorno, el patrimonio natural.

Cualquier colectivo implicado en los incendios, ya sea forestal, agrícola o ganadero, se desprestigia cada vez que impone el código de silencio y garantiza con ello la reincidencia. La investigación no ha de limitarse a informes técnicos de la causa supuesta del fuego y de los puntos de inicio, es necesario un mayor esfuerzo para identificar y sancionar a quienes los provocan.

El futuro de nuestra naturaleza destruido

Acciones pasivas provocadas por negligencias ganaderas que, en muchas ocasiones, acaban afectando a espacios naturales protegidos. Los paisajes arden durante días por la inaccesibilidad del terreno de montaña destruyendo patrimonio natural y calcinando a su vez el futuro de la naturaleza cántabra.

Es necesario adecuar los medios de extinción al entorno, ya que la inaccesibilidad de la montaña dificulta los métodos a emplear y se queman reiteradamente ecosistemas de interés y hábitats de especies amenazadas. Se ha demostrado que, en orografía complicada entre roca calcárea, los incendios podrían abordarse con medios aéreos sin requerir el apoyo directo de personal de extinción por tierra.

Con cualquier utilización del fuego como herramienta de gestión del territorio se corre el riesgo de caer en una legalización implícita de un modelo obsoleto de quema tradicional, debido a que existen escasos medios existentes para controlar la situación.

Hoy que el paisaje de nuestro mundo rural vive un notable cambio de usos por la quiebra del relevo generacional respecto a las actividades tradicionales es, mejor que nunca, el momento de comenzar a hacer un cambio de mentalidad que sea impulsora de un cambio de modelo de usos auspiciado por el “Plan Estratégico de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales” del Gobierno de Cantabria. Es un camino para revertir tan graves daños a la biodiversidad con muchos actores alrededor de un gran pacto para la prevención y lucha contra los incendios forestales que impida dejar de nuevo 3.760 hectáreas a merced del fuego en lugares tan valiosos naturalmente como la Montaña Pasiega y Oriental.

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