EL REBECO
El rebeco (Rupicapra pyrenaica) es un bóvido de aspecto caprino. Machos y hembras poseen pequeños cuernos de tonalidad negra y curvada. Su cabeza y garganta presentan un color claro, mientras que en la zona de los ojos se advierte una mancha más oscura a modo de antifaz.
El cuerpo mantiene una coloración uniforme, sólo alterada por una línea que recorre su lomo. Las características del pelaje del rebeco varían con las estaciones. En la época estival es corto y gris rojizo, mientras que en el invierno se torna más largo y espeso, con un color casi negro en los flancos y a ambos lados del cuello.
El dimorfismo sexual es perceptible especialmente en el rebeco cantábrico (Rupicapra Pyrenaica parva), subespecie que ha sido reintroducida en la Montaña Oriental de Cantabria. Los machos son más grandes que las hembras, y sus cuernos alcanzan un mayor tamaño y grosor. Como referencia, los rebecos adultos – con independencia de su sexo – suelen superar el metro de longitud, y alcanzan los 70 cm. de altura a la cruz; su peso oscila entre los 25 y 35 kg.
Características
Desde 1985 se considera la existencia de dos especies: Rupicapra pyrenaica, que abarca los rebecos cantábricos, los pirenaicos y los de los Apeninos, y Rupicapra rupicapra, propia de los Alpes. Ambas se encuentran divididas a su vez en diversas subespecies.
El rebeco cantábrico (Rupicapra pyrenaica parva) es más pequeño que sus congéneres pirenaicos, una diferencia que se aprecia también en la longitud de sus cuernos. Su pelaje es más rojizo en verano y de un gris más claro en época invernal. Posee una cola pardo-rojiza frente a la tonalidad negra presente en los rebecos del Pirineo.
Comportamiento
El comportamiento del rebeco es el propio de un ungulado de montaña. El espesor de su pelaje invernal, sus patas y pezuñas (con una membrana interdigital que incrementa la superficie de apoyo sobre la nieve) y la capacidad de procesar como alimento vegetales leñosos, muestran su alto grado de adaptación al medio.
Su actividad es esencialmente diurna, incluso en pleno verano. Los machos permanecen solos o formando grupos la mayor parte del año. Siguiendo este modelo, las hembras forman grupos junto con las crías y los jóvenes del joven del año anterior. Esta separación intersexual se rompe en el periodo de celo que se concentra en los meses de octubre y noviembre.
Tras el apareamiento, la gestación se prolonga durante seis meses, al final de los cuales nace una cría, excepcionalmente dos. El nuevo rebeco llega a la madurez a los 15 meses aproximadamente, alcanzando la independencia de su grupo de origen a los 2 años. Tendrá una esperanza de vida, si permanece en libertad, de unos 17 años.
Los grupos de ejemplares prefieren las áreas de media a las de alta montaña. Cuando llega el invierno descienden a los límites de los bosques montanos u ocupan sus partes altas, compartiendo hábitat con el corzo (Capreolus capreolus). Gustan de vivir en terrenos muy accidentados, ya que es en estas zonas donde sus características morfológicas les permiten burlar la amenaza de los predadores.
En lo que respecta a su alimentación, los rebecos de la Montaña Oriental de Cantabria se alimentan de gramíneas y plantas herbáceas fundamentalmente. Sienten especial predilección por la festuca (Festuca paniculada), el carex, tréboles (Trifolium pratense) en verano, acebos (Ilex aquifolium), arándanos (Vaccinium myrtillus), zarzas (Rubus ulmifolius)y enebros (Juniperus sp.) en invierno.
Distribución
De forma genérica el rebeco puebla las montañas del centro y sur de Europa y Oriente Próximo, especialmente Turquía y la región del Cáucaso. A principios del siglo XX, la especie fue introducida en las zonas altas de Nueva Zelanda.
La población de rebeco cantábrico asciende a unos 16.000 ejemplares en la cordillera de la que toma su nombre, 5.500 de ellos censados en Picos de Europa. En esta cifra hay que incluir los 100 rebecos (septiembre de 2011) que, tras más de 150 años de ausencia, recorren en libertad la Montaña Oriental de Cantabria, gracias al plan de reintroducción puesto en marcha por la Fundación Naturaleza y Hombre.
Atendiendo a la densidad óptima de la especie en las montañas de altitud media – entre 8 y 10 por km² – el Macizo del Asón podría llegar a sostener una cifra cercana a los 600 rebecos.
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